martes, agosto 15, 2006

Ese Capitán Alatriste

por Arturo Pérez-Reverte
Bueno, pues ya he visto la película. Después de los créditos y todo eso, se encendieron las luces de la pequeña sala de proyección y me quedé colgado en las últimas imágenes: el viejo y maltrecho tercio de fiel infantería española –qué remedio, no había otro sitio a donde ir–, dejado de la mano de su patria, de su rey y de su Dios, esperando la última carga de la caballería francesa, en Rocroi, el 19 de mayo de 1643. Y el ruego del veterano arcabucero aragonés Sebastián Copons al joven Íñigo Balboa: «Cuenta lo que fuimos». Veinte años de nuestra historia a través de la vida de Diego Alatriste, soldado y espadachín a sueldo. Veinte años de reyes infames, de ministros corruptos y de curas fanáticos subidos a la chepa, de gentuza ruin y hogueras inquisitoriales, de crueldad y de sangre, de España, en suma; pero también veinte años de coraje desesperado, de retorcida dignidad personal –singular ética de asesinos– en un mundo que se desmorona alrededor, reflejado en la mirada triste y las palabras lúcidas del poeta Francisco de Quevedo, interpretado por el actor Juan Echanove con una perfección enternecedora, memorable.
No puedo aportar un juicio objetivo sobre Alatriste. Aunque durante su larga gestación y rodaje procuré mantenerme al margen cuanto pude, estoy demasiado cerca de todo como para verla con frialdad. Es cierto que unas cosas me gustan más y otras me gustan menos; y que durante diez minutos críticos –al menos para mí, autor al fin y al cabo– del primer tercio de la película me removí inquieto en el asiento. Pero eso aparte, debo decir que los soplacirios y cagatintas de mala fe que preveían un canto imperial de españolazos heroicos y rancio folklore de capa y espada, se van a tragar la bilis por azumbres. Nada más respetuoso con los textos originales. Nada más descarnado, fascinante y terrible que el espejo que, a través de la magistral interpretación de Viggo Mortensen –se come la pantalla, ese hijo de puta– se nos pone ante los ojos durante las dos horas y cuarto que dura la película. Un retrato fiel, punto por punto, como digo, al espíritu del personaje que lo inspira: descarnado, sin paños calientes, lleno de peripecias y estocadas, por supuesto; pero también de amargura y lucidez extremas. Contado en un caudal de imágenes de tanta belleza que a veces parece una sucesión de pinturas. Cuadros animados de Velázquez o de Ribera.
Y ese final, pardiez. No se lo voy a contar a ustedes, porque me odiarían el resto de sus vidas. Pero aparte el comienzo espectacular, el desarrollo impecable y la extraordinaria actuación de los intérpretes –y cómo están todos, oigan: Unax, Elena, Ariadna, Eduard, Cámara, Blanca, Pilar, Noriega…– el final, o mejor dicho, toda la hora final, deja al espectador definitivamente sin aliento, atrapado por la pantalla, mientras se desmenuza y fija en su retina y su memoria el postrer tramo de la vida del héroe y sus últimos camaradas, desde las trincheras de Breda hasta la llanura de Rocroi. Todo se ve y suena como un escopetazo en la cara; como una sacudida que te deja turbado, suspenso el ánimo, clavado al asiento, consciente de que ante tus ojos, acaba de desarrollarse, de modo implacable, la eterna tragedia de tu estirpe. La imagen serena del capitán Alatriste escuchando acercarse el rumor de la caballería enemiga, el trágico recorrido de la cámara que sigue a Iñigo Balboa –«soldados antiguos delante, soldados nuevos atrás»– cuando retrocede en las filas para hacerse cargo de la vieja y rota bandera, su expresión sombría y lúcida –sombría de puro lúcida–, y todo esa culminación perfecta al espléndido recorrido que por las cinco novelas alatristescas ha hecho Agustín Díaz-Yanes, constituyen el retrato fiel, trágico, conmovedor, de la España de antaño y de siempre. Una España infeliz, feroz, a trechos heroica, a menudo miserable, donde es fácil reconocerse. Y reconocernos.
Quizá por eso, cuando al acabar la proyección privada se encendieron las luces, y con un nudo en la garganta miré alrededor, vi que algunos de los actores de la película que estaban en los asientos contiguos –no digo nombres, que lo confiese cada cual si quiere– seguían inmóviles en sus asientos, llorando a moco tendido. Llorando como niños por sus personajes, por la historia. Por el final hermoso, sobrecogedor. Y también porque nadie había hecho nunca, hasta ahora, una película así en esta desgraciada y maldita España. Como diría el mismo capitán Alatriste, pese a Dios, y pese a quien pese.
El Semanal 20 de agosto de 2006

18 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

La verdad es que me alegro.
Ojalá haya acertado en todo ud y cuando la vea un servidor, salga de la sala cuanto menos emocionado. Que ya apetece.
Vendría muy bien a este país que la cosa fuera buena y funcionase. Saludos.

11:21 a. m.  
Blogger Sr. Forfy ha dicho...

Joder pues ójala sea así. Nuestro cine NECESITA que esta película sea un éxito. Y yo de Reverte me fio bastante, a ver que pasa. Por cierto, esto no ha salido publicado todavía, no?

1:11 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Ardo en deseos de verla

(insértese aquí un proceso de erosión acelerado de mis uñas)

1:26 p. m.  
Blogger La-Ruina ha dicho...

El artículo es de Reverte, oigan.

2:53 p. m.  
Blogger Carmen ha dicho...

Creo que sólo por ver a Viggo Mortensen valdrá la pena verla, ¿verdad? Y si además la película está bien, ¡qué maravilla!

3:39 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Algo raro había en el comentario. (Y no me refiero a lo del visionado privado, ni a lo de mantenerse al margen) Se me ha pasado lo de Reverte...
Aún asi me reitero en lo dicho, ya puede funcionar POR EL BIEN DE TODOS... Disculpe el lapsus.

4:36 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Me cago y me meo en los truños de Reverte. Molaba cuando hacía el programa de reportajes de sucesos. Sus libros son una MIERDA.

Vuestro cine NECESITA de las NECESIDADES de Reverte.
Estamos PERDIDOS.

8:05 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Con lo que se han gastado en la peli, ya puede ir la cosa bien en taquilla o la jodimos...

8:47 p. m.  
Blogger La-Ruina ha dicho...

Reverte es un poco mamón, ¿no?

El hijo de puta, oigan.

10:05 p. m.  
Blogger Isco ha dicho...

Uh... ¿Y qué más da que el personaje tuviera un precedente?

Vamos, me parece lo de menos.

12:07 a. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Reverte no es ningún hijo de puta.

El problema lo tenemos los demás, que es que somos tontos.

7:33 a. m.  
Blogger La-Ruina ha dicho...

Oigan.

5:07 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

¿Título?

12:40 a. m.  
Blogger Pussy Galore ha dicho...

Viggo! quiero un hijo tuyo!
Hola Ruina, cuánto tiempo!

10:28 a. m.  
Blogger La-Ruina ha dicho...

Es genial, joder.

1:43 a. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

El personaje del matón pianista de esa película francesa me recuerda a Reverte. ¿O era pianista matón?

9:50 a. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

¿Sabe qué pasa Srta. Restituta?, que el mundo es muy viejo y ya todo está inventado.

6:02 p. m.  
Blogger Ramiro Semper ha dicho...

La peli no está tan mal, joder. Quizá sea un poco confusa para quien no haya leído las novelas. Demasiada mezcla de historias. Pero técnicamente es mucho mejor que las habituales "españoladas" subvencionadas (Ya sabéis: la guerra civil contada al revés, Maribel Verdú en pelotas, algún maricón por medio, etc).Ah y el final es cojonudo.

9:18 a. m.  

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