¡Bang!¡Bang!

Ayer me encontré con mi ex, qué felicidad. Vamos, para variar mi serie de catastróficas desdichas, que uno no gana para disgustos. Era algo que, tarde o temprano, tenía que suceder, y es que esta ciudad es realmente pequeña, lo que se dice un pañuelo. Vamos, que si me aburro en casa sólo tengo que salir a dar una vuelta, y lo del aburrimiento queda resuelto. Así de sencillo, sin proponérselo, sin programarlo, porque sí, por ser yo.

Esto me pasa por ir a ver las novedades en dvd a El Corte Inglés, sospechosa empresa en la que mi ex se gana el sustento diario, pero tampoco es cuestión de ir hasta la otra punta de la ciudad, donde se encuentra el segundo Corte, para echar un vistazo a los mismos dvds que tengo al lado de casa, esto es, en El Corte Crítico. No me parece justo, ni me da la gana. Bastante hago no entrando en la sección de vídeo y dvd cuando ella está, porque, aunque no me quiera bien, lo último que me gustaría sería incomodarla. A fin de que esto no suceda, antes de entrar compruebo si su moto está aparcada en el exterior, y como ayer no la vi donde suele dejarla, entré.

Al cuarto de hora de mirar pelis que ahora mismo no puedo permitirme, la cabeza comenzó a zumbarme en serio y, de nuevo con esa sensación de enfermedad que a todas partes me sigue últimamente, decidí que era el momento de volver a casa y quizás, si el dolor me lo permitía, dormir. Y a la salida, justo en la puerta, choco con ella; contacto físico de nuevo, después de tanto tiempo. Perfecto. Ella, que, aunque no tenía turno de tarde, pasaba por allí, seguramente para recoger algo de su taquilla. Cuando levantó la cabeza para encontrarse con moi, sus ojos me atravesaron. ¿Saben eso de "si las miradas matasen"? Pues lo mismo. Nos sostuvimos las miradas mutuamente unos diez segundos y en silencio, sin abrir la boca ni para decir esta idem es mía, todo un duelo, y a continuación cada uno siguió su camino. Ideal para empezar bien el fin de semana.