Terele

Todo el asunto acerca de la presunta indigencia de Terele Pávez ha sido poco menos que patético. Las imágenes vistas en un despreciable programa de televisión que mostraban a la actriz entre indigentes y durmiendo sobre un cartón eran, cuando menos, preocupantes, tanto como el periodismo rosa que desgraciadamente sigue estilándose en nuestro país.

Porque no, los inquilinos de la prensa rosa no son ni una cosa ni otra, ni profesionales, ni dignos, incluso cuesta asegurar que sean realmente humanos. Pero ya se sabe que aquí, en nuestro país, derramar la sangre da beneficios nada despreciables, y si no que se lo pregunten a subhumanos como Jorge Javier Vázquez, sujeto de moral extraviada donde los haya que a buen seguro se ha hecho millonario a base de masacrar a todo tipo de personajes públicos.

La Pávez, en una necesaria rueda de prensa convocada posteriormente, desmintió su estatus de indigente y su presunto problema con el alcohol, además de afirmar no andar mal de dinero y asegurar que, en definitiva, está en su derecho de hacer lo que le dé la gana, de tener amigos indigentes, dormir en la calle o hacerse puta si así le viene en gana, y esto último es un añadido mío. Es cierto que su comportamiento ha sido extraño, pero también que con ello no ha hecho daño a nadie.

Como medida preventiva en la lucha contra la prensa del corazón, propongo que reprogramemos el cerebro de Andrés Pajares para acto seguido poner a su disposición todo tipo de armas de fuego. Su actual estado mental puede ayudar a librarnos de esta lacra mediática.