Desaparecido

He perdido mi manual de gramática, un valioso libro de consulta al que de tanto en tanto recurro para salir de dudas. Llevo 3 días buscándolo, sin éxito, y no tengo remota idea de dónde puede estar. Lo más divertido de todo es que siempre lo tengo a mano, al lado de la cama, para ser exactos. Ya sé que no es sitio para tener nada, y menos un libro, pero suelo hacer la mayor parte de mis lecturas en decúbito supino, y hace la tira de años que adquirí la costumbre de dejarlos a pie de cama antes de dormir. El caso es que cuando lo he necesitado no estaba allí, ni en el submundo que ruge con alboroto bajo mis escasos y poco reparadores sueños. En vano he revisado estanterías y explorado, con cuidado de no ser atrapado por el Kraken, las profundidades abisales del armario. Más tarde decidí extender el radio de búsqueda al resto de la casa, con iguales resultados. Nadie lo ha visto ni sabe nada al respecto. Un misterio. Imagino que aparecerá cuando menos lo espere. Afortunadamente, mi encomiable esfuerzo no ha sido del todo infructuoso: los hechiceros de la otra noche estaban ocultos en la despensa, durmiendo. Como los vea mi madre, ocupada estos días en rodar un documental sobre pornografía y esquimales, vamos a tener fiesta.