Fesser, Fesser, Fesser...
La perentoria necesidad de acudir al servicio para aliviar mi vejiga, aproximadamente hacia el minuto cincuenta y cinco de metraje, me salvó de padecer el resto de la película, pues tras tirar de la cadena decidí no perder un minuto más de mi tiempo dentro de la sala de proyección. En ocasiones es mejor huir y ahorrarse los posibles daños irreparables que ciertos títulos puedan provocar en nuestras frágiles mentes.
Entre tanto, parece que la controversia generada por la cinta de Javier Fesser sigue engordando gracias al cruce de acusaciones entre un indignado Opus Dei, una familia lamentablemente herida en su pundonor y un director, a mi juicio oportunista, que parece creerse en posesión de la verdad, o ésa es la impresión que se desprende de sus recientes declaraciones. Un asunto bastante triste, injusto para algunos y deplorable por parte de otros. Pero sobre todo se trata, no nos engañemos, de una magistral lección por parte de Fesser sobre cómo alimentar una disputa con el fin de ganar toneladas de publicidad gratuita para un producto cinematográfico. Triste.
3 comentarios:
bravo Ruina, has dado en el clavo.
Siguinoder.
Así se habla, maldita sea
Tonto.
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