Nacho
Afortunadamente, que se haya dicho todo lo habido y por haber acerca de la película me ahorrará el innecesario esfuerzo de elaborar una crítica inteligente. En su lugar, y como compensación, garabatearé unas líneas sobre cualquier otra cosa relacionada con Nacho.
Siendo sincero, lo primero que pensé cuando conocí a Nacho Vigalondo hará un par de años fue: a) que tenía un aspecto realmente terrible; y b) que, dado su aspecto, no sería de extrañar que aquel joven cineasta muriese a una edad temprana. En serio.

Verle bailar no fue mucho más positivo y me hizo pensar que aparte de pálido, estaba zumbado; además es la clase de persona que, cuando baila, desatado y apoyándose en una mímica inesperada, hace que todos los instrumentos que están sonando pasen por sus manos. Forma parte de su magia personal.
Presenciando lo anterior, me pareció del todo lógico que aquel tipo de aspecto pálido y gestualidad incontrolable hubiese escrito una película que prometía ser todo un cóctel loco sobre viajes temporales y asesinatos; un cóctel tan refrescante como necesario que, tras visionarlo, se me antoja uno de los debuts cinematográficos más interesantes de la presente década. Un diamante en bruto.
En serio.