domingo, febrero 24, 2019

Champín

El día 24 de este mes se celebrará la 91ª edición de los Oscar, e imagino que muchos de vosotros, que no sabéis estar solos, os reuniréis para verla y, entre ganchitos y champagne infantil, deslumbraros ante toda esa gente de Holywood para la que, os informo, no existís. Por mi parte, este año tampoco seguiré la ceremonia porque hace mucho que perdí el interés en este sarao y sus precarias imitaciones. Sentarme frente a un televisor a horas intempestivas para ver a gente recogiendo premios y leyendo discursos banales me parece un absoluto desperdicio de tiempo que no puedo permitirme. Pero hubo una época en que, sí, no me perdía una gala e incluso me indignaba que no premiasen mis películas e intérpretes favoritos. Recuerdo cuando nominaron a Mickey Rourke por su labor en El Luchador y se fue de vacío. Sigo pensando que le robaron el galardón. Esa noche, Sean Penn, el Willy Toledo hollywoodiense, se llevó su segunda estatuilla asexuada por un papel que algunos ni recordáis, y yo lo sentí mucho por Mickey, quien, bien dirigido por Darren Aronofsky, nos había brindado una interpretación excelsa que a buen seguro amamantó con sus infiernos personales. Tras aquel elogiado trabajo que le devolvió el prestigio, pensé que el actor seguiría dándonos gratas sorpresas, pero lo cierto es que su obra posterior no ha estado a la altura de aquel guerrero del Pressing Catch de segunda. Lo peor de todo es que, además de no ser muy selectivo con sus últimos títulos, Rourke no ha sabido dejar a tiempo su afición a la cirugía estética: su talento sigue ahí, pero queda solapado por ese rostro que, desfigurado en quirófanos pochos, podría inspirar un buen relato de Chuck Palahniuk.
Este texto apareció en el número 398 (febrero 2019) de Imágenes de Actualidad.

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domingo, febrero 10, 2019

Monstruo incombustible

 Poco me importa su edad, 60 años muy bien llevados, o lo despeinada que aparezca en pantalla, porque Jamie Lee Curtis, mucho más que una final girl, sigue dejándome obnubilado. Ella es lo más destacable de Halloween (2018), de David Gordon Green, continuación directa y retconeadora del clásico de John Carpenter que ha recaudado más de 253 millones de dólares en todo el mundo (recordemos que costó sólo 10). Tras este éxito ya se fragua la inevitable secuela, y me pregunto qué se les ocurrirá a los guionistas para proseguir los sucesos del último film.
 Por otro lado, sigue en pie la idea de adaptar el universo Halloween a la televisión. Hasta donde se sabe, el proyecto, que ha ido y venido, comenzó a gestarse hace poco más de una década, y según el productor Malek Akkad, de entre las ideas que se han ido barajando durante todos estos años, la que más le seduce implica a The Shape y a otros personajes de la saga. Akkad ha afirmado que le gustaría ver este asunto convertido en realidad, pero, prudente, también ha matizado que por ahora sólo ha habido conversaciones al respecto. Así que a saber. En caso de que esta posible serie reciba luz verde algún día, espero que sus responsables sean tan creativos como Rob Zombie, quien en sus dos entregas se atrevió a reimaginar el mito de Myers. Su versión del personaje es, en mi opinión, una cima sangrienta. ¿Volverá la franquicia a ofrecernos algo tan innovador? 
Este texto fue publicado en el número 397 (enero 2019) de Imágenes de Actualidad.

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