lunes, septiembre 23, 2024

THE PENGUIN, E1, "AFTER HOURS": UN INICIO MAGNÍFICO

THE PENGUIN, el spin-off de THE BATMAN (Matt Reeves, 2024) protagonizado por un increíble Colin Farrell, nos ha regalado un primer episodio que es un primor. Ahora la pregunta es: ¿habrán logrado los responsables de esta (por ahora) miniserie mantener el nivel durante los próximos siete episodios? Ojalá. De todo esto, y mucho más, hablo en mi comentario en vídeo sobre esta primera entrega que me ha cogido por las solapas y arrojado con fuerza sobre las peligrosas calles de Gotham City. Si no tenéis nada mejor que hacer con vuestras vidas, aquí os dejo el enlace.

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viernes, octubre 28, 2022

ELIGE LA FORMA DEL DESTRUCTOR

  Tras salir con vida de un pase nocturno del nuevo despegue de Kal-El, sólo puedo asentir con enmudecida aprobación y afirmar que el superequipo formado por Nolan, Goyer y Snyder ha logrado insuflarle nueva sangre a una leyenda del cómic que en los últimos tiempos parecía no encontrar el proyecto adecuado que le ayudase a protagonizar un regreso digno a la gran pantalla. Admito que tuve mis dudas cuando en su día se anunció oficialmente que el futuro fílmico del personaje dependería de alguien como Zack Snyder, un tipo al que siempre he considerado tan capaz y talentoso como en ocasiones víctima de su festiva tendencia al descontrol visual. Recuerdo que entonces pensé que el auteur Nolan, padrino de este reinicio, se encargaría de vigilar de cerca el fuego creativo al que Snyder nos tiene acostumbrados, mas lo cierto es que seguramente esa idea jamás se encontró entre los propósitos del primero, quien sin duda elegía con buen ojo al profesional que este proyecto necesitaba: contra pronóstico, el realizador de la incomprendida Sucker Punch no sólo no ha tenido que contenerse demasiado, sino que además ha contado con unas facilidades presupestarias que le han permitido regalarnos otra película enorme con la que, una vez más, ha podido expresar, y de qué modo, su amor por el entretenimiento desproporcionado. 

  Mi evidente entusiasmo tampoco me hace perder de pista que la línea de puntos podría haber sido recortada aquí y allá con más esmero, pero incluso así, esta actualización de las aventuras del superhombre emblema de la DC supera por muchos cuerpos a la descafeinada aproximación al mito perpetrada por Bryan Singer, acertando, además, al hacer todo lo posible por distanciarse del camino ya recorrido en esa cumbre que, tantos años después, sigue siendo el film rodado por un Richard Donner inspirado y en plenitud de facultades. Si el espectador con memoria es capaz de aparcar clásicos irrepetibles e inservibles, a veces inevitables, nostalgias durante la proyección, apreciará sin mayores dificultades las virtudes de Man of Steel, multivisionable espectáculo que, a pesar de lo afirmado por sus detractores, combina hábilmente la búsqueda de un enfoque adulto para su estrella con el orgullo de ser un blockbuster propietario de unos niveles de acción y destrucción sin límites que a buen seguro se habrán ganado el aplauso de gente como Michael Bay o Roland Emmerich, señores indiscutibles del apocalipsis cinematográfico de nuestros días.

  Asimismo, esta recuperación para el cine del aventajado hijo de Krypton sirve para recordarnos que los iconos, a menudo tan sobrevalorados, no están ahí para ser temidos o proyectar su sombra eternamente: Henry Cavill, sobre quien ha caído la responsabilidad de ser la nueva carne del alienígena benefactor, brilla dentro de un disfraz que parece haberle elegido, proyecta la imagen de honestidad sin mácula que el superhéroe requiere, y logra que su trabajo no se vea solapado, que no es poco, por el recuerdo entre mágico y entrañable del malogrado, pero siempre recordado, Christopher Reeve.

* Este texto fue publicado en el número 64 de la revista Scifiworld (agosto de 2013).

Foto: Warner Bros Pictures.

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viernes, junio 03, 2022

Unas palabras sobre Obi-Wan Kenobi

No poca gente quejándose, llorando, y ya sabemos que es difícil satisfacer a un fandom que ni ha madurado, ni acaba de entender que STAR WARS, en manos de Disney, no es sólo para unos pocos (nunca lo fue), sino también para las nuevas generaciones e infantes que, sí, deben captarse para que consuman, porque Disney necesita crecer en subscripciones y el merchandising debe venderse. Pero puedo sintonizar sin dificultad con ciertas críticas. Cierto es que, si alguien los hubiese podado con sentido común, los dos primeros episodios de Obi-Wan Kenobi, interpretado por Ewan McGregor, podrían haberse condensado en una sola y superior entrega, y que el resultado del producto linda en ocasiones la infantilización. Pero la tercera parte de la serie muestra una clara mejoría, gracias, en gran parte, a la presencia del icónico Darth Vader, aquí más poderoso y cruel que nunca. Su primera aparición en este episodio, ese montaje de un ser mutilado, biomecánico, con la imagen del rostro de un maquilladísimo y recuperado Hayden Christensen, me ha recordado, salvando las distancias, a las criaturas que dieron fama a Shinya Tsukamoto. La voz del personaje sigue poniéndola James Earl Jones, y eso también suma. Y echamos de menos, cómo no, la voz, para el doblaje español, de Constantino Romero. El resto, con sus discutibles cosas -¿cómo se desplazan algunos personajes?-, me ha proporcionado una feliz distracción, que no es poco. No puedo perder el tiempo cuestionando nimiedades y algunos sabemos a lo que venimos. Y no lo olvidemos: nos guste o no, esta nueva época de la franquicia creada por George Lucas, no es más que la explotación sin compasión, por parte de la imparable Disney, de una trilogía que sigue siendo mágica e irrepetible. Y si no somos capaces de disfrutar de los continuos platos que nos están sirviendo, mejor ver otra cosa. Hay para elegir.

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miércoles, mayo 12, 2021

SALAMANDRA

 Miguel Bosé ha sido noticia gracias a sus declaraciones sobre el coronavirus y alrededores, y una parte del país, muy indignada, le ha dedicado una ola de odio que no ha evitado que el primero, vacunado contra las críticas, haya seguido opinando lo que le ha apetecido. Durante la polémica, que sigue muy viva, más de uno habrá pensado que el cantante y actor anda corto de quehaceres, pero nada más lejos de la realidad. Por un lado, el sofisticado artista se ha sentado a escribir su autobiografía, que a buen seguro será fascinante y, sí, está destinada a convertirse en best seller. Y, por si esto fuera poco, su relato vital también nos llegará en forma de biopic serielizado. Este, producido por Shine Iberia, Elefantec Global y Legacy Rock Entertainment -¿quiénes ponen los nombres a las productoras?-, cuenta con la anuencia del propio Bosé, quien ha asesorado al equipo de guionistas que dará forma a las tres temporadas que repasarán desde su hermética infancia a su agitado presente. La figura de Bosé y su relevancia artística sólo invitan a pensar que esta serie, si se crea con el mimo que sin duda merece, puede convertirse en un regalo para sus fans y, en general, futuros espectadores. Un resultado inferior, con un personaje de este calibre entre manos, sería inaceptable.

Cómo no, será necesaria una labor de casting minuciosa, ya que se mostrará al artista en diferentes momentos de su vida. Y especialmente delicado será encontrar a quien interprete al Bosé que supo reinventarse y deslumbrar en los ochenta, su etapa mítica. Para encarnar a aquel hombre, ambiguo y de belleza replicante, será preciso elegir a un actor que, además de poseer el necesario parecido físico, sea capaz de reproducir su magnetismo único, ese no sé qué tan especial que sólo Bosé tuvo. ¿Logrará alguien resucitar en pantalla el brillo de aquel ídolo?

  Este texto apareció en el número 412 (octubre 2020) de la extinta revista Imágenes de Actualidad.

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sábado, diciembre 26, 2020

Tonight's the night...

 El pasado octubre, Showtime anunció con entusiasmo el regreso de Dexter, una de sus ficciones televisivas más exitosas. Cómo no, Michael C. Hall, su talentoso protagonista, volverá a ser nuestro serial killer favorito en una limited series de diez episodios tras la que estará Clyde Phillips, quien fue showrunner de las sensacionales cuatro primeras temporadas de la serie. Según este, no quieren que este retorno sea una simple novena temporada, y si bien no se reescribirán los hechos narrados en anteriores entregas, sí se reflejará el paso del tiempo y básicamente se arrancará desde cero. Pero, sobre todo, Phillips ha subrayado que esta es una gran oportunidad para darle a la historia de Dexter Morgan un segundo final que sea más satisfactorio que el que vimos en 2013.
 Está previsto que el estreno de este revival tenga lugar en otoño de 2021. Entretanto, y ya que seguimos limitados a causa de la presente pandemia, se me ocurre que este es un buen momento para revisionar la serie y comprobar qué tal ha envejecido. Me pregunto, además, qué sentiré ahora ante su vilipendiada octava temporada: ¿seguirá pareciéndome tan defectuosa? ¿O quizás me encontraré con una gran incomprendida? De esta recuerdo especialmente su último episodio, donde los guionistas debieron de quedarse a gusto al aniquilar nuestras esperanzas con aquel final oscuro y casi depresivo. Tras la última secuencia, que siempre me ha recordado mucho al desenlace de la gigantesca Five Easy Pieces (Bob Rafelson, 1970), sentí desconcierto y algo muy próximo a la desolación, y fui, además, incapaz de emitir una opinión inmediata sobre lo que acababa de ver. Es posible que la memoria me engañe, porque han pasado casi ocho años de aquello, pero creo recordar que fue entonces cuando, por vez primera, llegué a la conclusión de que el destino de un personaje de ficción amado puede doler en el mundo real.

 Este texto apareció en el número 414 (diciembre 2020) de la revista Imágenes de Actualidad.

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viernes, abril 12, 2019

Nadie nace enseñado

Como el monstruo de The Blob (Irvin S. Yeaworth Jr./Russell S. Doughten Jr.), la filmografía de Dani Rovira no deja de crecer y no hay nada que podamos hacer para impedirlo. El humorista despidió el 2018 con Superlópez (Javier Ruiz Caldera, 2018) y Miamor perdido (Emilio Martínez Lázaro, 2018), inició este año con el documental Todos los caminos, y desde el pasado mes sus fans han podido volver a disfrutar de su carisma único gracias a Taxi a Gibraltar (Alejo Flah, 2019). Y lo que nos queda, porque en junio llegará Los Japón (Álvaro Díaz Loreno, 2019) a nuestras salas. Pero mi curiosidad me anima a no perderme un solo título patrio, y los protagonizados por Rovira no son una excepción. Así que, sin ser yo un entusiasta de su obra, sigo lanzándome una y otra vez a esa arena rovirista. Luego es cierto que sus productos nunca llegan a provocarme lesiones graves, pero siempre salgo del cine preguntándome si este hombre, hoy en la cumbre y estrenando películas a un ritmo similar al de la Marvel, me conquistará algún día como intérprete. Quién sabe. No hay que subestimar a nadie, y ya he visto anteriormente cómo una actriz o actor que no me interesaba, tiempo después me sorprendía. ¿Alguno de los presentes recuerda los inicios interpretativos de Jose Coronado? En aquellos días, este no era más que un apuesto Geyperman frente a la cámara, y, sin embargo, luego fuimos testigos de cómo, entre errores y aciertos, se transformó en un artista de aúpa. Si nada lo impide, este señor conspicuo y molón, que está envejeciendo tan bien como Sean Connery, no sólo seguirá proporcionándonos placeres desde la pantalla durante el próximo par de décadas, sino que además se convertirá en un clásico de nuestro cine. Y podría extenderme otras cincuenta líneas, pero prefiero poner el punto y final antes de que tanto elogio se me vaya de las manos.
Este texto apareció en el número 399 (marzo 2019) de Imágenes de Actualidad.
Foto:  Mediaset España.

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domingo, febrero 24, 2019

Champín

El día 24 de este mes se celebrará la 91ª edición de los Oscar, e imagino que muchos de vosotros, que no sabéis estar solos, os reuniréis para verla y, entre ganchitos y champagne infantil, deslumbraros ante toda esa gente de Holywood para la que, os informo, no existís. Por mi parte, este año tampoco seguiré la ceremonia porque hace mucho que perdí el interés en este sarao y sus precarias imitaciones. Sentarme frente a un televisor a horas intempestivas para ver a gente recogiendo premios y leyendo discursos banales me parece un absoluto desperdicio de tiempo que no puedo permitirme. Pero hubo una época en que, sí, no me perdía una gala e incluso me indignaba que no premiasen mis películas e intérpretes favoritos. Recuerdo cuando nominaron a Mickey Rourke por su labor en El Luchador y se fue de vacío. Sigo pensando que le robaron el galardón. Esa noche, Sean Penn, el Willy Toledo hollywoodiense, se llevó su segunda estatuilla asexuada por un papel que algunos ni recordáis, y yo lo sentí mucho por Mickey, quien, bien dirigido por Darren Aronofsky, nos había brindado una interpretación excelsa que a buen seguro amamantó con sus infiernos personales. Tras aquel elogiado trabajo que le devolvió el prestigio, pensé que el actor seguiría dándonos gratas sorpresas, pero lo cierto es que su obra posterior no ha estado a la altura de aquel guerrero del Pressing Catch de segunda. Lo peor de todo es que, además de no ser muy selectivo con sus últimos títulos, Rourke no ha sabido dejar a tiempo su afición a la cirugía estética: su talento sigue ahí, pero queda solapado por ese rostro que, desfigurado en quirófanos pochos, podría inspirar un buen relato de Chuck Palahniuk.
Este texto apareció en el número 398 (febrero 2019) de Imágenes de Actualidad.

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